En ese stand había un
señor que invento la maquina de hacer nubes.
Son nubes particulares,
porque al tocarlas transmiten sensaciones.
Se podían experimentar
sensaciones cuyo punto de partida se originaban en los dedos de la mano.
Sensaciones internas,
como miedo, alegría, pasión, etc. y gustativas, como dulce, salado, agrio, etc.
Después de esperar un
tiempo infinito, llego mi turno:
(mujer)- Quiero
la sensación de rabia.
(inventor)- No
la tengo
(mujer)- Tanto
esperar!! Que raro, nunca sintió rabia?
(inventor)- No.
Usted?
(mujer)- Sí.
Usted vive en pareja?
(inventor)- Si.
(mujer)- Y
su mujer ha tenido alguna rabieta?
(inventor)- Oh
si, muchas veces. Pero la dejo solita cuando aquello pasa.
(mujer)- Y
después, le pregunta, cual fue su causa.
(inventor)- No.
(mujer)- La
quiere?
(inventor)- Sí,
es mi capullito de alelí.
(mujer)- Ya veo como la quiere, esta moralmente aceptado no acercarse cuando
hay rabieta, pero después no preguntar el origen. Que distorsión del amor!
(inventor)- La
verdad, no lo había pensado. Es que estoy tan metido en el tema de los
inventos, que solo la veo a ella, durante cortos tiempos. Comparto con ella los
momentos diarios, desayuno, almuerzo, merienda y cena, los cuales ella realiza.
Después se dispone a limpiar, lavar, hacer la cama, a planchar y le gusta leer,
pero para ello no dispone de mucho tiempo.
(mujer)- Y
no comparte el trabajo rutinario y destructivo, con su mujer?
(inventor)- No.
Siempre lo hizo ella, yo soy un desastre.
(mujer)- Ah
me imagino la rabieta de su mujer, mire mejor lo dejamos ahí. La verdad no hizo
falta su nubecita de morondanga, porque ya estoy experimentando lo que le pedí.
(inventor)- No
me insulte señora, para el próximo año lo intentare, seria bueno experimentar
esa sensación, ya que las demás me aburren.
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